martes, 18 de marzo de 2014

¿No ves que eres mía?

Apenas había tenido tiempo de coger la chaqueta y descolgar las llaves del llavero que pendía tras la pared, cuando el picaporte giró. los cerrojos que custodiaban la entrada se corrieron de golpe y su acompasado chirrido restalló en la desnudez del pasillo.
Dejó de golpe las llaves en el tresillo y se apresuró. El eco metálico de su cuerpo golpeó  junto a unos céntimos amontonados en el cenicero. Se apresuró, tiró la chaqueta sobre el mueble del salón y dejó rápidamente el bolso sobre la mesa del comedor.
- Buenas tardes Antonio, ¿Qué tal en el trabajo?- preguntó tímidamente, arrastrando las palabras como en un susurro.
-Bien -respondió,  con un tono inquisitivo- ¿Qué hacías?
-¿Yo? eh... pues nada, ya sabes, cosas de la casa -balbuceó, como si tratase de ocultar la mentira más cruel del mundo.
-Ya... -sus pasos flanquearon su sombra, rodeó su cuerpo y acarició uno de los bucles que se descolgaban de su pelo. Posó firmemente la mano sobre la mejilla de Natalia y sujetó firmemente su rostro. Deslizó el pulgar de su mano hasta la comisura de sus labios y arrastró con inquina los restos del pintalabios, que tiñó la comisura de rojo- ¿Querías engañarme? -dijo, mientras se limpiaba el maquillaje en el bordado de su blusa- ¡Contesta! -gritó.
Natalia se derrumbó y emitió un quejido ahogado por un llanto que llevaba reprimiendo tiempo. Se desprendieron  de sus ojos huidizos unas lágrimas traicioneras con la bofetada que siguió a aquel "contesta" imperativo.
-Antonio por favor...
-¿Crees que puedes engañarme? -pero no paraba de descargar su furia contra ella, no cesaba mientras su hijo era fiel testigo, refugiado bajo la mesa- ¿A quién ibas a ver?, ¿A quién?... ¡contesta!
Y se precipitaron las fotos de sus marcos, los jarrones de sus asideros y la cera del horizonte de sus velas, se rompió la vajilla sobre la mesa, la bandeja y la comida sobre el suelo y su hijo se tapaba con fuerza los oídos, y se cayó la rosa entre los vasos y los barquillos del postre al suelo. Se echó a perder la comida romántica que Natalia había preparado, se destapó los oídos Pedro y cesó en su angustia Antonio. Ahora todo quedó extrañamente en silencio, y solo la voz de Antonio, sosteniendo entre sus brazos el cuerpo ,pareció decir de nuevo: ¿No ves que eres mía?

Si te gusta compártelo con tus amigos en Facebook o twitter!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario