viernes, 29 de noviembre de 2013

Desaceleración económica

Había pasado la noche en vela meditando aquellas palabras, tratando de buscar la forma de engañarme a mí mismo, de conseguir que sonara menos... nefasto.
Ahora, el murmullo acalorado del hemiciclo corta la respiración y censura mis últimos intentos de improvisar la comparecencia.
Las luces del techo se antojan cegadoras, reflejadas en el atril de caoba. Todavía sigo sentado en el butacón azul del pasillo. Me pregunto si mi discurso arrancará los más sinceros aplausos o sumirá la sala en un estrepitoso abucheo.
Creo que me han llamado en varias ocasiones antes de que el ministro de mi derecha me saque del trance con un codazo nervioso.
Me levanto y bajo despacio los pocos escalones enmoquetados que me separan del centro. El micrófono está  abierto, y mi respiración agitada retumba en los altavoces.
De repente, todo queda en silencio. Despego los labios y luego, aguardo un instante. ¿Existirá esta palabra?

Suspiro, y luego, entono en voz alta –Nos encontramos en una etapa de desaceleración económica…

Historia participante en el concurso del blog "Esta noche te cuento"

jueves, 28 de noviembre de 2013

Nunca tuve tantas ganas de besarte

Ya tan solo nos iluminaba el parpadeo intermitente del fluorescente del andén. El día se había consumido tan rápido, que apenas recordaba cuando había empezado. La estación aguardaba extrañamente desierta y mis mejillas se ruborizaban bajo la caricia del viento helado. 
De repente, una ráfaga de viento atravesó nuestros cuerpos. El billete salió volando y yo corrí para alcanzarlo, antes de que echara el vuelo. Lo guarde con celo en el bolsillo. Apenas sentía los dedos, que resguardados en el fondo del abrigo, dudaban si retirar de mis labios el pelo. Finalmente, él se inclinó un momento e interponiendo el vaho de su respiración entre nuestros cuerpos, acarició mis labios, retiró mi pelo, y calentó con sus manos mi cuello.
La noche arrastró el susurro de un chirrido. Una luz crecía desde lo lejos, y un eco metálico; anunció el tren.
Me costaba distinguir el final de sus manos rodeándome, acariciando la comisura de un beso que ensayaba tristemente entre sus dedos. Ya no recordaba el sabor de sus labios, el sonido de sus te quieros, ya se me hacía extraña la calidez de su pecho. ¿Era lo que quería?, ¿ésto es lo que había olvidado?... ¿lo era?, ¿cómo podía haberlo olvidado?
Las puertas se cerraron y tan solo salió un pitido de dentro. El tren se marchó y yo corrí unos instantes tras la ventana y las luces y la cabina donde iba Pedro. Solo quería decirle que nunca había tenido tantas ganas de darle un beso.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Memories

Los brazos extendidos, los ojos cerrados; tan fuerte que apenas el atardecer me desvela. El pelo enredado juega en mis mejillas y el viento, el viento sopla tan fuerte que apenas me oigo a mí mismo.
¿Debería seguir esa última ola? y dejarme llevar siempre... y perderme entre las aguas, ¡y no volver!
O quizás, juntar los brazos, abrir los ojos; tan de repente, que el atardecer me ciegue. Desenredar mi pelo y gritar, gritar más fuerte que el viento, para recordarle que el próximo año, nos veremos de nuevo 

martes, 26 de noviembre de 2013

Mistletoe

Los últimos rayos se extinguían tras  las cumbres blanquecinas. El atardecer sangraba en el horizonte, y el viento helado, mecía una rama de muérdago sobre nuestras cabezas. Congelado el tiempo bajo el caprichoso balanceo de aquella rama, separados nuestros labios por su respiración entrecortada; buscábamos la excusa perfecta para fundirnos en un beso interminable. Acerqué mis labios a los suyos y acaricié su mejilla con la punta de mi nariz helada.
 Desde el interior, el alboroto de una botella descorchada, nos interrumpió. Yo desperté de aquel sueño en el que nunca había cerrado los ojos. Ella separó su cuerpo y yo, dejé escapar sus manos. 
Nunca había reunido el valor para besarla, pero seguía esperando cada año ese momento, en el que me permitía soñar que ella me amaba.