martes, 26 de noviembre de 2013

Mistletoe

Los últimos rayos se extinguían tras  las cumbres blanquecinas. El atardecer sangraba en el horizonte, y el viento helado, mecía una rama de muérdago sobre nuestras cabezas. Congelado el tiempo bajo el caprichoso balanceo de aquella rama, separados nuestros labios por su respiración entrecortada; buscábamos la excusa perfecta para fundirnos en un beso interminable. Acerqué mis labios a los suyos y acaricié su mejilla con la punta de mi nariz helada.
 Desde el interior, el alboroto de una botella descorchada, nos interrumpió. Yo desperté de aquel sueño en el que nunca había cerrado los ojos. Ella separó su cuerpo y yo, dejé escapar sus manos. 
Nunca había reunido el valor para besarla, pero seguía esperando cada año ese momento, en el que me permitía soñar que ella me amaba.

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