El general Arnord iba a tirarse en paracaídas desde lo alto de la montaña. Era un salto difícil, pero el equipo del general le esperaba debajo. Su todoterreno aceleraba, aparcado entre los libros de la estantería, a que aterrizase para salir corriendo de allí. Estaba listo, los chicos miraban desde abajo, se inclinó... ¡Y salió volando con su paracaídas!, ¡Oh no! parece que se ha enganchado... tendremos que salvarlo con el helicóptero... ninoninonino...
-¡Pedro! -se escuchó desde el salón- ¡Pedro hijo!
Dejé al general sobre su coche, aparté a los soldados con la zapatilla, y fui a ver que quería mamá, que me llamaba sin parar desde el salón.
-¿Qué pasa mamá?
-Voy a salir un momento a comprar. Vuelvo en un momento -dijo, y me besó la frente.
-¡Qué bien hueles mamá! -y desaparecí de nuevo en la habitación, donde el accidentado general me esperaba cubierto por su paracaídas.
Cuando la ambulancia estaba llegando para trasladar a general, se escuchó un fuerte golpe. Era la puerta. Papá había llegado. Dejé todo y salí para lavarme las manos, papá detesta que coma con las manos sucias.
Pero papá no dijo nada cuando salí al pasillo, y tampoco sonreía como cuando llega a casa. Estaba enfadado, se enfadaba otras veces con mamá y a mí siempre me daba miedo. Me escondí debajo de la mesa, gateé sin tocar el mantel y me senté en el suelo. No quería tirar nada, porque mamá había hecho una comida rica y todo estaba ya listo sobre la mesa.
Entonces papá le dio una bofetada a mamá. Se cayó al suelo porque fue muy fuerte. Yo quería gritar, pero no quería salir, no quería tirar las cosas. Seguía pegándola, y mamá lloraba fuerte, el ruido era insoportable, todo hacía ruido, muy alto, y su llanto me hacía daño en los oídos. Me tapé las orejas con las manos como ella me había enseñado, cada vez más fuerte, pero no conseguía dejar se escuchar... canté una canción. La canté primero en bajito, pero luego la canté alto, porque seguía escuchando el ruido que había, aunque me tapaba fuerte los oídos...
De repente, todo quedó en silencio. Destapé mis oídos poco a poco. Otras veces mamá seguía llorando y yo cantaba un poco más. Pero esta vez estaba todo cayado, no se escuchaba nada, solo papá, que abrazaba a mamá; tirados en el suelo...
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