El clic metálico del automático
en la oscuridad; y el reluz amarillento mortecino en el techo. La estancia a
oscuras. Siento que mis manos tienen vida mientras imaginan la noche que se les
escapa entre los dedos.
Seis… quizás siete pasos me separan de tu cuerpo. El aire
asciende evaporado, al tocarte. Se mezcla en mi respiración tu aroma. Un almizcle
suave que tiñe la atmósfera a su paso. Extiendo mi mano, abro los dedos y busco
en la sombra la correspondencia de tu pelo; nada. Vacío y frío, nada que
acariciar.
Ahora se cuentan cinco los pasos entre nosotros. Camino lento.
Esperando encontrar de repente la estatua de tu pecho. Ahora con ambos brazos
asfixio una nada que fustiga mi cuerpo, deseo hallarte y hablarte de él,
contarte los secretos de unos labios que ya se derraman entre tus hombros.
Ya noto la presión del vaho de mis manos acariciando tu
cintura. Ya veo en la oscuridad más absoluta el destello ardiente de tus ojos
verdes, ¿o son ámbar de fuego?, o se pierde mi imaginación en tus pupilas
infinitas. Solo alcanzo a imaginar tus ropas desechas. Solo quiero verte.
Son tres pasos si titubeo. Pero siento anhelo del instante
anterior, solo para intentar recordar un beso que aún no te he robado. Ya enciende
tu piel el deseo de mis labios. Ya siento el motín de mi carne erizada, de mis
dientes acariciarse esperando tu saliva.
Alargo de nuevo mis manos. Tu cuello. Que recuerdos me trae
su tacto. Siento la lluvia de aquel día. Encuentro entre sus recovecos el
aliento de ser feliz. Devoro con deseo cada centímetro de la piel que se desliza
bajo la presión de mis dedos, te necesito.
No puedo esperar que el tiempo nos haga encontrarnos. Solo puedo
abalanzarme. Apretar mi cadera contra ti. Sentir tus manos recorriendo mi
espalda. Cerrar los ojos, morderme la boca, estremecerme con tu lengua
dibujando mi oreja.
Ahora tan cerca, ahora así puedo reconocer la silueta de una
sombra en la noche. La tímida transparencia de tu camisón escondiendo tu
contorno. ¡Quítalo!
¡Arráncalo!, despoja tu cuerpo de cuanto lo cubre; por
favor. Ahora su seda destrozada nos acaricia las piernas. Ahora puedo hundirme
entre tus pechos. Continuar la frase que tu respiración no termina. Ahora puedo
elevarte como una pluma. Puedo tomarte entre mis brazos, ¡anúdate a mi
cintura!, déjate caer sobre las sábanas desangradas en pétalos de rosa. Piérdete
entre la tela que evita el fuego de nuestros cuerpos. Envenénate de mis labios.
Ahora cae en la cuenta del error que supone esta noche.
Porque una vez que deje caer la pluma, tendrás que continuar imaginándotelo tú
sola…
Te quiero
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