Apenas iluminaba unos palmos el débil parpadeo del flexo
sobre el escritorio. Toda la estancia oscura, el edredón doblado sobre su
esqueleto de plumas y un compás hiriente garabateando un folio.
El silencio que la rodeaba resultaba casi doloroso. Entre
las líneas temblorosas distinguía una "i" con un diminuto corazón de
acento. ¿Me atrevería a aprovechar la oportunidad de aquel descuido?, escribía.
Di unos pasos y me incliné sobre su hombro.
¿Por qué no se amontonan las fotos en mi cuarto?, ni siento la
caricia de un abrazo... ¿Soy yo?, ¿es mi culpa?, nadie me ha enseñado a ser
feliz.
Grabó sus iniciales y tiró de la cuerda del flexo. Ahora sí
quedamos sumidos en un gran desconcierto.
Solo la luz del móvil reveló la sombra de su cuerpo.
"Siento que la vida me resulte tan insoportable", envió. Y luego, lo
bloqueó de nuevo.
Dejó correr el grifo un instante. Un grito brotó del baño y
ahogó un eco metálico golpeando el suelo. Me estremecí, se me heló la sangre,
cerré con fuerza los ojos; y el grifo seguía abierto.
El móvil sonó, un mensaje, después otro. Vibraba sobre el
lavabo, pero esta vez, ya nadie contestaba.
Pues ya te he comentado en ENTC, pero paso por tu cas y por aquí me quedo.
ResponderEliminarInvitado quedas a Montesinadas y quédate por allí si algo te emociona.
Abrazos-
http://montesinadas.blogspot.com.es/